miércoles, 12 de enero de 2011

La Torre vuelve


Después de un laborioso proceso... ¡La Torre ha vuelto! Torreadictos, merodeadores, moradores de las tinieblas, nostálgicos y paseantes varios podéis volver a encontrarla en la siguiente dirección: http://latorredepapeliesarje.blogspot.com/ Como es vuestra lo mejor que podéis hacer es registraros como seguidores y volver a participar en su aventura espiral. ¡La Torre os necesita para su definitiva reconstrucción!

viernes, 31 de diciembre de 2010

Esta Torre se está reconstruyendo. Continuará...

lunes, 28 de junio de 2010

El último viaje de don Quijote

De todos es sabido que Cervantes, que era desordenado y propenso a la vagancia, jamás hubiera terminado "la más alta historia que vieron los siglos" si un tal Avellaneda, un escritor mañoso pero oportunista y con algo de mala uva, no hubiera plagiado su primer Quijote. En realidad, el Quijote de Avellaneda, una de las obras más desconocidas de la literatura española, no es una mala novela. De hecho está llena de trucos y efectismos "de novela", diseñados para cautivar al público. Con personajes situados entre Dos tontos muy tontos y Torrente, misión en Marbella, hoy hubiera arrasado en taquilla, convirtiéndose en un best-seller de éxito. En nuestra época superficial donde tanto se prestigia la incultura y la brocha gruesa, Avellaneda hubiera sido un ídolo mediático. Y, sin embargo, en su época, todo el mundo entendió que el defecto de la obra era precisamente ese: que no era más que una novela. En el S. XVII nadie confundió el ruido con la música, y Avellaneda fracasó, aunque espoleó, de rebote, al avejentado Cervantes a rematar su obra maestra.
Vladimir Nabokov imaginó lo hermoso que hubiera sido que Cervantes hubiera puesto a pelear en la ficción, y por los áridos campos de Montiel, a su Quijote con el de Avellaneda, pero Cervantes prefirió algo mejor: dar una lección de vida. Así humilló del todo a Avellaneda, componiendo una novela que era más que una novela, una obra en la que los personajes se salen contínuamente del libro, como si las páginas fueran demasiado estrechas para contenerlos. De manera que el Ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha, compuesto en 1615 por un Cervantes que tenía ya el pie en el estribo de la muerte, es en el fondo una radiografía bien negra del mundo que nos ampara: cruel, gris y desagradecido, donde con frecuencia la brillantez es manchada por el rencor, y donde se persigue con saña al que es distinto hasta ponerle el prefabricado traje que viste todo el mundo. Y así, don Quijote, ese héroe infatigable que luchaba a su manera por mejorar el mundo, se ve invadido por la decepción, por ese estarse entregando de lleno una sociedad que no lo comprende. De manera que Cervantes, pulverizando a Avellaneda, hablaba no sólo para los hombres y mujeres de 1615 sino también para los de 2015 y 2515. Inventaba el Romanticismo, pero también la Vanguardia. No había escrito una novela: había metido el mundo en ella; todas las desgracias que el propio Cervantes tuvo que soportar como tullido héroe de guerra al que nadie reconocía sus méritos, pero también los que como él habrían de venir al mundo entre la incomprensión y el desprecio de una sociedad chata y gris, sin ambiciones ni espíritu, que premia la estupidez y condena la inteligencia. En definitiva, prefirió la verdad que nadie quiere oir a la ficción inocua que gusta a las masas.
No obstante, mientras el Quijote que imaginó Avellaneda sigue vivo al final del libro, repartiendo estupidez por los campos castellanos, el Quijote de Cervantes, el auténtico, realiza su último viaje, y muere. En su cama. Sin violentos lances en el campo de batalla. De pena, tal vez. Era demasiado bueno para este mundo. Pero, qué grande Cervantes: al concederle esa victoria pírrica al Quijote de Avellaneda, dotaba de más verdad aún al suyo, de una verdad casi insoportable. Lo sacaba del libro para ponerlo en la tierra para siempre.
Ah, y otra cosa, aunque don Quijote muriera fracasado intentando construir un mundo más habitable, ahí estaba ya Sancho, incapaz de renunciar a esos ideales, con la lección del entusiasmo bien aprendida, y dispuesto a sucederlo.

jueves, 17 de junio de 2010

Fotografía matemática

Que una imagen vale más que mil palabras es un tópico ya muy manido y cada vez menos cierto, aunque, como sabemos bien los amantes de los libros, si esas imágenes dan que pensar y nos remueven por dentro son algo más que una imagen, son casi un texto; a veces libros enteros.
Eso es lo que puede concluirse del II concurso de Fotografía Matemática del IES Alfaguara, en el que ha resultado vencedora esta imagen de Miguel Mateos titulada "Mi yo fractal", una profunda reflexión sobre la fragmentación cada vez más acusada del hombre contemporáneo.
Esa observación curiosa de la realidad, lejos de la inercia indolente y del mirar sin ver que tanto prolifera hoy día, nos ha ofrecido también imágenes tan sorprendentes como "Secantes en el cielo", de Adrián Cebrián, que se alzó con el segundo premio, o "Rectas de un mundo sin fin" (de Adrián Cruz) y "Líneas Quebradas" (de Javier Ochoa), que compartieron el tercer premio.
El nivel de particiapción fue alto y esto es sólo una muestra de la calidad más que notable de las "instantáneas" presentadas al concurso.

En el concurso de ilustración lírica convocado con motivo del Centenario del nacimiento de Miguel Hernández (y que consistía en "ilustrar" la Elegía a Ramón Sijé) resultó también vencedor Miguel Mateos. Silvia Amador y Samara Pérez Vega quedaron en segundo y tercer lugar respectivamente.





jueves, 10 de junio de 2010

Juan María Jiménez


De Juan María Jiménez sabemos que únicamente se decidió a ser hombre cuando se cansó de ser Dios, y en realidad algo de mitológico hay en esta poesía tan desgarrada y pasional, decidida a inventar otra realidad en cada verso. Sin orden y concierto (que recoge su obra poética desde 1975 a 2005) es el compendio máximo de ese titánico esfuerzo por crear un caos para comprender mejor. Comunicador excepcional, con Juan María finalizamos por este curso la saga "De Viris Illustribus" que ha permitido a los que merodean por esta Torre de Papel conocer más de cerca a los creadores de esos "mundos de palabras" sin los que el mundo real sería sin duda un lugar del todo inhabitable.


* Juan María, ¿Corren realmente malos tiempos para la Lírica, o es sólo el título de una canción?
Aparentemente, en mitad de tanta crisis, de tanto hablar de dinero y materialismo, pudiera parecer que sí, pero, paradójicamente, en estos momentos estoy disfrutando de bastantes poetas jóvenes que me sorprenden con la frescura, vitalidad y energía renovadora de sus poemarios. Así que, afortunadamente por ahora, en lo que a mi respecta, los malos tiempos para la lírica se quedan en el estribillo de Golpes Bajos.

* ¿Es la poesía un arma cargada de futuro o más bien el futuro se ha cargado definitivamente la poesía?
De una parte, la poesía es la expresión más íntima de los sentimientos, luego debe, tiene que estar cargada de futuro, a no ser que nosotros mismos estemos abocados al pasado y por tanto condenemos el avance de todo aquello que sentimos.
Pero a la vez, la poesía debe hacernos más abiertos, más libres, más tolerantes, más solidarios, más justos… Y en ese extremo debe aproximarnos a las ideas y a la lucha por la consecución de ser mejores hombres y mujeres, de una mejor sociedad llena de futuro y esperanza.

*¿Recuerdas el primer libro que leíste?
Comencé por leer cuentos, de ahí (dada la época y las circunstancias sociales y políticas) pasé a leer las vidas de los santos con aquellos libros enciclopédicos que abundaban en historietas castas y folletines insulsos y llenos de amor patrio y guerrero. Quiero recordar que uno de los primeros libros (como tal) que leí fue Sapho de Alphonse Daudet, libro que, dada su trama un tanto irreverente y sensual para aquella época, y mi edad adolescente, me gustó tanto que lo leí dos veces.

* Dinos un libro que nunca has olvidado y otro que es mejor olvidar.
Hay varios libros que me son imprescindibles y que, aunque haya olvidado la trama con el paso del tiempo, quedaron instalados en mí como parte de mi forma de ser. Entre ellos, El Tunel de Ernesto Sábato, La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza, Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, así como los grandes poemarios de Francisco Brines, Ángel González o Ángel Valente.
Me es difícil reseñar un libro para olvidar, porque previamente ya hice una selección antes de comprarlo y suelo atinar, pero, si no me gusta una vez transcurridas unas cuantas páginas, lo dejo y en paz. En cualquier caso, creo que todos aquellos libros que potencian la el odio entre las personas o que realzan formas de ser o pensar contrarias a los derechos humanos, nunca deberían haberse escrito.



* ¿Qué opinas de los libros electrónicos y las bibliotecas virtuales?
Aún me falta experimentar más para hacerme adicto a los nuevos soportes, sigo prefiriendo el tacto, el aroma y la cercanía de un libro de papel y una buena librería llena de estantes y lomos incitadores a la lectura.

* Espacio para la publicidad: nueve palabras para promocionar tu libro.
Sinceridad, emoción, vértigo, sorpresa, pasión, descubrimiento para el alma.

* Una de las venas más profundas de tu poesía es la del amor y el erotismo ¿crees que todo está dicho sobre esos temas o aún se puede aportar algo?
Creo que una de las facetas humanas más variopinta y diferente, más peculiar de cada uno, más intensa y profunda, más sugerente y llena de posibilidades es la de amar, por lo tanto nunca estará todo dicho sobre el amor.
Y en cuanto al erotismo, es uno de los grandes motores que mueve el mundo, desde el placer a la supervivencia, luego, cómo podrían estar finalizados sus registros expresivos.

*Da la impresión de que Sin orden y concierto busca deliberadamente escapar de la poesía al uso para entrar en terrenos poco explorados ¿es eso realmente así? ¿eres un experimentador, entonces?
No puede considerarse algo de lo que sentirse orgulloso, lo sé, pero jamás escribí un soneto ni una composición con rima premeditada y aquilatada. Poner límites a la capacidad expresiva me parece un corsé innecesario, aunque entiendo que puede servir como ejercicio.
Soy muy visceral frente a la poesía costumbrista y laudatoria. Me consta que es muy difícil innovar o dejarse sorprender por lo inédito, pero es en ese terreno en el que me siento más a gusto. Y eso es así porque en mi vida privada ocurre igual. Experimentar, conocer, avanzar, movimiento… son términos con los que me identifico plenamente.

* Elige cualquiera de tus poemas y coméntanos de dónde te surgió la idea y cómo lo trabajaste.
Quiera Dios
que nunca haya de escribir
ni una sola palabra
si hubieran de ser los versos
morfina para el alma, o si
de sus envenenados trazos
quedara ante el irrenunciable trecho
que a veces une y otras distancia
el percutor de la boca o de la bala.
15-XII-1995

Buena parte de mis poemas refieren momentos amargos, hasta el punto de que ha habido etapas en mi vida en que no quería volver a escribir, porque eso significaba que, anteriormente, había habido un suceso triste y trágico que lo había motivado. Y no quería vivir más circunstancias dolorosas. En este poema queda patente ese sentimiento, no querer escribir si los versos han de tratar de sanarme, de salvarme de un naufragio íntimo.
Pero también le temía al irremediable momento en que uno tiene que enfrentarse a sí mismo y adoptar una decisión irrevocable y tal vez definitiva. Es el trecho que hay entre aceptarse o no, entre suicidarse (metafóricamente) o no.


*¿Cuáles son los autores imprescindibles en cualquier biblioteca?
Reconozco que hay que conocer el pasado para moverse adecuadamente en el presente y afianzar el futuro. Por eso, en literatura sería imprescindible conocer nuestros clásicos para reconocer mejor el presente, pero (con perdón) salvo honrosas excepciones, prefiero lo contemporáneo, lo que coexiste en mi vida. De ahí que en mi biblioteca, formada por unos mil volúmenes, abunden autores actuales: españoles, latinoamericanos, estadounidenses y europeos. Narrativa, poesía y ensayo, por ese orden se llevan la palma, sin desmerecer la presencia de libros divulgativos o de consulta.

* Dinos, a tu juicio, un escritor que esté sobrevalorado y otro que el mundo necesitaría conocer (o conocer mejor).
Creo que Rafael Alberti está sobrevalorado. Y un autor como la copa de un pino que tiene un buen reconocimiento, pero que aún se merece que fuera conocido mejor es Eduardo Mendoza. En poesía la nómina sería enorme, pues casi ningún poeta contemporáneo, ya sea de la Generación del 50 o posteriores, tiene un mínimo reconocimiento público en términos generales.

jueves, 3 de junio de 2010

Libro de Junio: Farenheit 451

La más hermosa declaración de amor a los libros, y a la vez la más apocalíptica visión de cómo sería el mundo sin ellos, se dan a la vez en esta extraordinaria novela de Ray Bradbury, el genio indiscutible de la novela de ciencia-ficción, y aún vivo en algún lugar de Illinois. Publicada a mediados de los cincuenta del pasado siglo, cuando el "american way of life" empezaba a imponerse en el mundo, Farenheit 451 es la temperatura a la que arde el papel y una descarnada y terrible radiografía de cómo los libros, tristes paralelepípedos de papel en un mundo cada vez más tecnificado y "virtual" son, en el fondo, el enemigo más poderoso en las sociedades totalitarias. Allá donde se pretenda dominar y controlar fácilmente al individuo, quita los libros de su alcance. Algo que debiera hacernos reflexionar hoy casi sesenta años después de la publicacion del libro.
El libro de Bradbury en realidad es un espléndido libro de aventuras, con sus comandos de asesinos, con sus arrepentidos, traidores e infiltrados, y también, cómo no, con un memorable grupo de la "resistencia" que protege los libros de una forma muy particular.
Farenheit 451 disfrutó también en los sesenta de una extraordinaria adaptación cinematográfica, a cargo del director favorito del guardián de esta Torre: François Truffaut, y en la que brillaba al más puro estilo "beat" Julie Christie.
Así que aquí queda el último mensual del curso, con la esperanza de que todos los que lo leais, reforzéis aún más, si cabe, vuestro amor a los libros.

lunes, 24 de mayo de 2010

Fin de la temporada musical en la Biblioteca




Después de recorrer en los recreos un vasto territorio musical (cuyas últimas paradas han sido Van Morrison, Erroll Garner y Joni Mitchell, con su excepcional Turbulent Indigo), la temporada musical de la Biblioteca va tocando a su fin. Y lo hará, desde luego, a lo grande. Para empezar, esta semana disfrutaremos del fenomenal Soultrane de -y son palabras mayores para los amantes del jazz- John Coltrane
Continuaremos la semana próxima con The sorcerer, del desconocido guitarrista húngaro Gabor Szabo, para acabar y cerrar el curso con el mítico Kind of Blue, de Miles Davis, clásico entre los clásicos y auténtico colofón de esta segunda temporada musical de la Biblioteca. Que lo disfrutéis.

jueves, 13 de mayo de 2010

Escritores sin lengua
























Decía Luis Cernuda (un expatriado de marca mayor, que pasó la mitad de su vida en Inglaterra, dando clases en inglés a la vez que escribía sus mejores versos en español) que no pertenecemos a un país sino a un idioma. Que si en este desquiciado mundo algo nos da personalidad y nos permite vincularnos afectivamente a los demás no es la Geografía sino el Lenguaje. En fin, que es el lenguaje el que nos da un lugar en el mundo. Y esto valdría, claro, para la cantidad de exiliados que, como él, acabaron odiando el país en que nacieron mientras aún amaban la lengua en la que dijeron sus primeras palabras. Pero ¿y los escritores sin patria? ¿los escritores sin lengua? ¿Aquellos a los que la Historia les arrebató el Lenguaje?
La historia de la literatura universal abunda en ejemplos. Quizá el más famoso sea el del extraordinario escritor ruso Vladimir Nabokov, un noble de San Petesburgo que hasta los 40 años escribió en ruso pero que, forzado por el exilio, abanonó ese idioma para escribir lo mejor de su obra en inglés y en EEUU (no hay duda de que Lolita es la mejor "novela de carretera" americana, ¡y su autor era ruso!). En su caso, además, había algo de ironía porque Nabokov (un extraordinario profesor de literatura en la norteamericana Universidad de Cornell) acabó triunfando en la lengua del enemigo. Casos similares al suyo son el del judío rumano Paul Celan, que escribió sus mejores libros en alemán, y hoy, de hecho, es considerado como el mejor lírico alemán después de Rilke, o el del filósofo, rumano también, Emil Cioran , que prefirió el francés, lengua en la que escribió sus mejores obras, como Ese maldito Yo. Distinto es el caso de Samuel Beckett, irlandés de pura cepa que, casi por capricho, escribió en francés sus mejores obras teatrales (señaladamente Esperando a Godott) para después traducirlas él mismo al inglés.
No obstante, los casos más singulares de este fenómeno que comentamos son los de aquellos que pertenecieron a varias patrias, geográficas y linguísticas, por avatares de la Historia, y gracias a ello acabaron teniendo una visión de mundo mucho más rica que cualquier otro literato de su tiempo. Notorio es el ejemplo de Elías Canetti, escritor y Premio Nobel, que jamás llegó a conocer más patria que el idioma alemán (en el que escribió su obra maestra Auto de Fe), pues sus padres, de orígen sefardí, lo trajeron al mundo en una ciudad del viejo Imperio Otomano que fue invadida por Rusia y al final acabó perteneciendo a Bulgaria. Con todo, el caso más señalado sería el del gran escritor británico de novelas de aventuras Joseph Conrad, que nació como Jozef Korzeniowski en la Polonia de 1857. Era un niño cuando su país fue invadido y ocupado por Rusia, posteriormente transformado en zona de la Unión Soviética y actualmente Ucrania. Ante este lío no es de extrañar que el joven Jozef acabara nacionalizándose británico y escribiendo en inglés sus magníficas novelas, tan inolvidables como El corazón de las tinieblas, El agente Secreto o Lord Jim. Cuando, ya en su vejez, un patriótico periodista le preguntó: "Señor Conrad, pero usted ¿es polaco? ¿ruso? ¿ucraniano? ¿soviético? ¿británico? ¿o qué?" Él respondió con calma "o qué".

jueves, 6 de mayo de 2010

Mayo: Bartleby, el escribiente

Cuando Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs emprendieron esa genial recopilación ce cuentos que titularon Antología del cuento triste, no tuvieron ninguna duda sobre la pieza que debía encabezarla: Bartleby, el escribiente, sin duda la obra maestra de Herman Melville, lo que no es decir poco para un autor que cuenta en su haber con títulos del calibre de Moby Dick. Parábola de nuestro desalmado mundo y de la absoluta insignificancia del ser humano en esta jungla artificial que llamamos "vida", Bartleby, el escribiente es el gérmen de Kafka y de Proust, también de Rilke; en definitiva: es la obra fundadora de la literatura contemporánea. En ella, la ruindad, la falta de libertad, la impotencia, el vacío, la cobardía, la absoluta fragilidad de la existencia, la inseguridad sobre nuestras decisiones, y el convencimiento casi zen de que el ser humano es una defectuosa nota a pie de página en el gran libro del mundo, están tratadas con toda la fuerza de una prosa sencillamente demoledora, como un cuento cruel sobre un pobre oficinista desbordado por la realidad. Con la sencillez de un cuenta-cuentos disecciona las vísceras del mismo mundo terrible que Edward Munch plasmara en su cuadro El Grito.Y por si esto fuera poco para que la obra de Melville se impusiera como nuestro libro recomendado para el mes de Mayo, os la ofrecemos además en la versión ilustrada de Nórdica Libros, con los inquietantes dibujos de Javier Zabala. Un lujo al alcance de todos, porque está en la Biblioteca. No tenéis que ir más lejos.