lunes, 6 de abril de 2009

LSG II: A cuenta corriente


A mis alumnos de 1º Bilingüe, esforzados
investigadores del cuento.

Que el cuento es el hermano menor de la literatura es algo que todo el mundo da por hecho. Para algunos incluso es el hermano pobre: cinco o seis páginas son pura miseria si se puede escribir un tocho de mil. Es posible que hasta los mismos creadores del género estuvieran acomplejados. El primer libro de cuentos que se escribió fue casi seguro el Decamerón, que incluía cien para ser exactos, y el mismo Boccaccio se encargó de que pareciera una novela. Y lo mismo hicieron después, en España, el autor de Lazarillo de Tormes y hasta el mismísimo Cervantes, ya que a menudo el primer Don quijote parece una suma de cuentos geniales. Incluso el autor de Las mil y una noches se sintió un poco raro por haber utilizado un género tan mal visto y acabó utilizando el rollo ese de Scherezade para disimular lo que en verdad había escrito: un magnífico libros de cuentos.

No obstante, la mejor defensa del cuento la hizo mucho tiempo después Jorge Luis Borges al decir que si lo que quieres contar puedes decirlo en pocas páginas escribir muchas es ser un aburrido. Y él mismo lo demostró con dos libros de cuentos geniales: Ficciones y El aleph (que incluyen maravillas como "Tlön, Oqbar, urbis tertius", "la lotería en Babilonia" o "Funes el memorioso", historias geniales que no superan las diez páginas; y eso es ser grande). De hecho, es en el nuevo continente donde más ha sido cultivado el género, porque tienen poca historia y también poca verguenza (a utilizar géneros menores, digo). En español, además de Borges, están Julio Cortázar, Augusto Monterroso, Gabriel García Márquez, o Julio Ramón Ribeyro (en la imagen). En inglés, John Cheever, Flannery O´Connor o Philph K. Dick, autor de esa inquietante pieza titulada "Nosotros lo haremos por usted perfectamente".

Para dejarlo claro: algunas de las más grandes obras maestras de la literatura son cuentos, como "Bola de Sebo" o "Un día de campo" de Guy de Maupassant; "Las grosellas" o "una historia aburrida" del siempre increíble Anton Chéjov, o cualquier pieza corta de Kafka (como La metamorfosis), que te cambian la vida sin gastar más de media hora de tu tiempo.
Y en la actualidad, en España, los más arriesgados a practicar este género a contra-corriente, siguen dejando piezas maestras como Eloy Tizón en Velocidad de los jardines, o Hipólito G. Navarro en El cielo está López.

Ya se sabe que lo bueno si breve dos veces bueno, y que en las distancias cortas es donde un escritor se la juega; si puedes, cuenta: no eches de menos un destino más largo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario