domingo, 15 de marzo de 2009

Cine de papel


En un principio fue el cómic. Supongo que si hago un poco de memoria es posible que el primer libro que tengo noción de haber leído así, fuera de la escuela, es La historia interminable de Michael Ende, en esa magnífica edición a dos tintas, donde las fantasías de Bastián aparecían siempre de color azul. Y no sé, supongo que andaría por los ocho o nueve años. Pero el cómic fue mucho antes de eso. Incluso después. Mi infancia fueron las tardes interminables de los veranos pasando las páginas amarillentas de mil tebeos (bueno, ahora están amarillentas; quizá entonces no). El capitán América, Hulk, Spiderman, Daredevil me hacían vivir las aventuras que en mi pueblo no sucedían, pero que en esas grandes ciudades con rascacielos pasaban a cada rato. Pero, sobre todo, mi infancia fue Conan, el bárbaro, un tipo que se paseaba por los miserables mundos anteriores al tiempo impartiendo justicia. Los leía en unos cómic en blanco y negro titulados "La espada salvaje de Conan", y me sabía de memoria las palabras que abrían cada aventura: "Y allí llegó Conan, el cimmeriano. Cabello negro, adustos ojos, espada en mano, preparado para pisotear con sus sandalias los enjoyados tronos de la tierra". Está claro que Conan no tenía superpoderes, sólo un concepto muy elevado de la justicia. Y fue mi ídolo. Mientras otros superhéroes sólo sabían luchar contra supervillanos que apenas hacían daño a nadie, Conan se encargaba de poner en su sitio a banqueros corruptos, a estafadores y traficantes de esclavos, a empresarios sin escrúpulos y a los gobernadores que les hacían la vista gorda. En fin, más o menos el mundo en el que vivimos. Y nada de rayos ni de visión supersónica, Conan sólo contaba consigo mismo para poner orden en el mundo. Luego vinieron otros cómics, es verdad (Ásterix, Tintín, Corto Maltés...) , y los cuentos de terror de H.P. Lovecraft, pero no hay duda: mi infancia está asociada a Conan el bárbaro y eso es algo que marca por más años que pasen. Es una de esas lecturas que te vigilan desde el tiempo y de las que quiero que me habléis en esta sección. Yo lo tengo claro, desde que ojeaba aquellos tebeos en blanco y negro (algunos los coloreé yo mismo): cada vez que hay un abuso, un truquito de los poderosos para hacer sufrir a los más débiles, Conan me mira por encima del hombro, desde el tiempo, para ver qué hago.

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